La investigación de la Universidad de La Laguna encontró en purés y compotas infantiles la presencia de al menos 5 ftalatos que se consideran disruptores
Una investigación realizada por químicos de la Universidad de La Laguna ha hallado en muestras de purés y compotas infantiles la presencia de al menos 5 ftalatos. Son unos compuestos utilizados como plastificantes para los envases de alimentos que han sido considerados disruptores endocrinos.
El estudio forma parte de la investigación que en este ámbito realizan desde 2018 los científicos Bárbara Socas, Javier González, Antonio Herrera, Álvaro Santana y Javier Hernández, del grupo de investigación AQAIMPA del Departamento de Química de La Laguna, y que para ello han validado y aplicado una metodología eficaz para analizar ftalatos en productos alimenticios.
La autora principal del estudio, la profesora ayudante doctor Bárbara Socas, explica que el objetivo del grupo de investigadores es evaluar los compuestos que se utilizan en la producción de plásticos. Y que pueden migrar hacia los alimentos o el medio ambiente.
Al respecto, precisa la investigadora que cuando se fabrica el plástico se le añaden sustancias para mejorar su calidad. Que tengan un determinado color, sean más flexibles o más resistentes en función de donde se vayan a aplicar. Y uno de los grupos más importantes de estos compuestos son los ftalatos.
Problemas de los ftalatos
Y ¿qué problema plantean los ftalatos?: que en la síntesis, en la preparación industrial, no están unidos desde el punto de vista químico con fortaleza a la estructura del plástico. Por lo que pueden migrar, desplazarse, por todo el medio que lo rodea.
Esto puede ocurrir al ser sometidos a temperaturas altas, a un disolvente que favorezca su ruptura o simplemente, por la prolongación de su tiempo de uso.
«Cuando empezamos a estudiar esta cuestión nos planteamos si el tipo de alimentos que vienen envasados en plástico y se calientan en el microondas van a estar sometidos a estos compuestos, y de ahí surgió la investigación y, especialmente, en alimentos infantiles por ser uno de los grupos de población más vulnerables», detalla Bárbara Socas.
El hecho de que estos compuestos migren puede afectar negativamente a la salud. Porque se trata de disruptores endocrinos, esto es pueden alterar el funcionamiento del sistema endocrino al igual que los exoestrógenos y los plaguicidas.
Ello puede inducir a desarrollar enfermedades relacionadas con el sistema reproductivo. Menarquía precoz en niñas, disminución de la calidad del esperma en los varones, deformaciones en el sistema reproductivo y otro tipo de patologías cardiovasculares.
Legislación
Desde que el grupo de investigadores comenzó su estudio en este campo la legislación se ha modificado. La última actualización del Reglamento Europeo de septiembre de 2023 es mucho más restrictiva respecto a los límites de migración específicos de ftalatos desde materiales plásticos en contacto con alimentos, precisa Bárbara Socas.
Para este estudio en particular se analizaron muestras de alimentos infantiles adquiridos en distintos comercios de Tenerife. Y con características diferentes: fruta, carne, pollo, pescado y mezcla de sabores, y con distintos tipos de envasado, como plástico, vidrio y aluminio.
Los investigadores validaron la metodología para identificar un grupo de 14 ftalatos. Al analizar los alimentos encontraron que había al menos cinco de ellos en todas las muestras salvo uno, que era un adipato, un compuesto que se utiliza como sustitutivo de los ftalatos y que actualmente también es considerado perjudicial para la salud.
Uno de los resultados de la investigación es que también había ftalatos en los alimentos envasados en vidrio. Por lo que la hipótesis es que el compuesto migra a partir de la goma plástica incluida en la tapa metálica del recipiente.
De hecho en un trabajo anterior se habían encontrado migrantes de plástico en un grupo de cervezas analizadas y que también tenían una goma interior en la tapa.
Contaminación desde la manufacturación y el almacenamiento
El problema es que la contaminación «viene de antes». Es decir no solo en el almacenamiento sino también en la manufacturación del producto, ya sea compota, cerveza o agua. Pues en cualquier producción comercial a nivel industrial se utiliza una gran cantidad de plástico. Aunque luego se envasen en recipientes de vidrio o aluminio, y la migración puede ocurrir en el trasvase o en las mangueras de lavado.
Bárbara Socas comenta que incluso para los investigadores resulta tremendamente difícil conseguir «algo que no esté contaminado previamente». Pues para validar la metodología analítica se utiliza agua ultrapura que se pasa por filtros UV y otros procedimientos «y al analizarla, sigue teniendo ftalatos».
En un trabajo posterior los investigadores analizaron si al calentar o exponer a la luz botellas de agua de cristal, plástico y aluminio a distintas horas y días, temperatura ambiente y 30-40 grados centígrados durante dos semanas se podía deducir una mayor o menor migración de estos compuestos.
Contaminación aleatoria
Y contra cualquier lógica no se encontró un patrón claro sino una contaminación totalmente aleatoria, independiente de la temperatura o el material del envase. Lo que lleva a reafirmar que ésta se produce en el proceso previo de almacenamiento del producto.
Un problema que plantean los disruptores endocrinos es que no se sabe a partir de qué concentración resultan perjudiciales para la salud. Eso requiere mayor investigación en este campo y no establecer un límite mínimo, sino considerar que cualquier concentración puede ser motivo de preocupación.
No obstante, Bárbara Socas subraya que cada vez hay más cuidado en el proceso de producción de plásticos que van a estar en contacto con niños. Como juguetes y alimentos, y de hecho hace años se prohibió el uso de bisfenol en los biberones.
Sin embargo, también señala la investigadora que «estamos expuestos no a un único grupo, sino a una gran variedad» de disruptores endocrinos en la vida diaria a través de la alimentación, el agua del mar o la atmósfera. Y puede haber un efecto «sinérgico» junto a otros contaminantes como los plaguicidas o los alquilfenoles.