Veinticinco visitas sin previo aviso deja en evidencia la situación de muchas residencias de mayores en Canarias, con presencia de chinches en las habitaciones, cucarachas o ratas en zonas de cocina
Un informe elaborado por la adjunta a la Diputación del Común, María Milagros Fuentes, antes del estallido de la pandemia describe numerosas deficiencias en las residencias de mayores en Canarias, tales como la presencia de cucarachas, ratas y chinches o suciedad en las instalaciones.
También pone el foco en la laxitud normativa, como por ejemplo la ausencia en Canarias de una regulación sobre el uso de sujeciones, ni siquiera «un protocolo consensuado de procedimiento», o la práctica recurrente del silencio positivo en la renovación de la acreditación de las residencias como centros de atención residencial.
«Es un acto administrativo de mala praxis en procedimientos que implican derechos fundamentales a proteger», concluye en su informe, avanzado por Radio Club Tenerife.
«Es preciso, en este contexto, reglamentar la acreditación, el funcionamiento y la calidad de los centros y servicios, de manera clara, priorizando criterios de gestión y humanización de los centros de atención residencial, más aún, dotar a la administración pública para desarrolle sus obligaciones, con la eficiencia necesaria dejando prácticas como el silencio positivo en respuesta a la inactividad de la administración», añade.
Veinticinco visitas sin previo aviso
Este informe es el resultado de veinticinco visitas, sin previo aviso, a centros residenciales de personas mayores de Gran Canaria, La Palma, Lanzarote y Tenerife en 2019.
En el mismo se hace constar una serie de deficiencias, como humedades en las habitaciones, paredes descacarilladas, con pintura decolorada o con claros signos de falta de pintura; zonas comunes con evidentes deficiencias por desuso, maderas astilladas, balcones con ventanas desajustadas y sin el correspondiente cierre.
También se alude a cocinas sin las debidas protecciones de mosquiteras, abiertas a espacios abiertos, uno de ellos utilizado como «vertedero» de los desechos de las cocinas.
En las inspecciones de la Diputación del Común también se detectó la presencia de chinches en las habitaciones, cucarachas, ratas en zonas de cocina, hormigas en diversas estancias, incluso en las habitaciones de los residentes, y dos residencias declararon brotes de sarna con varios usuarios infectados.
El informe también alude a personal sin las medidas de protección individual, sobre todo en cocina; baños con «evidentes signos de suciedad», colchones en desuso apilados en zonas comunes y pasillos, comedores con restos de la anterior comida, pasada más de una hora después de haberse efectuado.
Y llama la atención, asimismo, sobre la presencia de mobiliario desgastado y con roturas; camas antiguas usadas como cabeceros sin soportes, material de rehabilitación o gimnasio con capa de herrumbre, dormitorios con acumulación de enseres, sin orden ni limpieza, pavimentos con escasa limpieza y «pringosos», o colillas amontonadas en las puertas de salidas.
Falta de higiene y salubridad
«Resulta indescriptible la conmoción que produce encontrar esta falta de higiene y salubridad en los centros, sin ser detectada por las administraciones encargadas de inspeccionar y velar por el funcionamiento en los recursos para personas mayores, y, a su vez, sin ser desvelada por familiares u otras personas que accedan a las instalaciones», llama la atención la adjunta a la Diputación del Común.
En declaraciones a Radio Club Tenerife, María Milagros Fuentes ha relatado que en la visita a un centro se percataron de que los residentes no hablaban, y que al día siguiente, al hacer una toma de datos se dieron cuenta de que «los tenían a todos chutados, con medicación».
Este informe, que según ha dicho Fuentes, se le facilitó al Parlamento el pasado noviembre, también llama la atención sobre los menús en las residencias, con preponderancia de «comidas preelaboradas, precocidas», y que los residentes «comen solos, en un rincón del salón y de espaldas al resto de la actividad del centro».
Recoge igualmente que hay personas que «se mantienen con manchas de restos de comida, sin cambios de ropa salpicada durante el resto de la jornada».
Deficiente atención médica
En otro apartado, indica que, de manera generalizada, las habitaciones son compartidas (en una residencia de La Palma hasta 6 y 8 personas), y cuentan con escaso mobiliario, y que algunas carecen de luz y están ubicadas en semisótanos.
«Son pocos los centros que logran que las habitaciones sean zonas además de confortables, espacios humanizados y de apariencia agradable para sentirlos como un hogar», concluye el informe de la Diputación del Común.
En cuanto a la asistencia médica, hace constar que, según la información facilitada por los centros, las visitas médicas se distancian casi en un año y, en el caso de un episodio agudo únicamente acuden los profesionales de urgencias.
«¿Quién supervisa las sujeciones o cómo se detectan situaciones de maltrato institucional? ¿Quién conoce el menú? ¿Quién realiza la valoración continúa de la capacitación funcional y la movilidad?», plantea la adjunta a la Diputación del Común.
El informe también hace hincapié en la «escasa presencia» de profesionales de terapia ocupacional en las residencias de Canarias, y en los centros donde se da este servicio la ratio es de 0,010 profesionales por cada usuario, y en cuanto a los programas de rehabilitación cognitiva señala que su implementación es «insignificante».
Respecto a las actividades ocupacionales (ocio y tiempo libre, actividades manuales, talleres musicales, de lectura, de radio, de pintura, cocina), en las visitas a los centros visitados que las incluyen en su cartera de servicios, los usuarios estaban «inactivos, sentados, incluso acostados en cualquier lugar (…) sin actividad alguna a lo largo del día».
Otro de los aspectos en los que se detiene el informe de la Diputación del Común es que, en cinco de las residencias visitadas, el obligado expediente individual de cada residente se limita a «una mera carpeta con documentación de las personas, sin valoraciones profesionales y, por ende, sin seguimiento y evolución de la promoción de la autonomía personal».
La mayoría de los centros alegan que los problemas «se resuelven hablando» o que «no hay quejas», y que hay una actividad «irrelevante, sin trascendencia», en cuanto a las hojas de reclamaciones o los buzones de sugerencias.