Un grupo de guardias civiles, al frente de los que se encontraba el teniente coronel Antonio Tejero, irrumpió en el Congreso de los Diputados.
El 23 de febrero de 1981, en el Congreso de los Diputados, a las cinco y 23 minutos de la tarde en Canarias y cuando se votaba para la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo.
Un grupo de guardias civiles, al frente de los que se encontraba el teniente coronel Antonio Tejero, irrumpió en el hemiciclo.
Era el comienzo de un golpe de Estado, de unas horas de máxima atención por parte de la ciudadanía pero, sobre todo, tensión entre los diputados que quedaron secuestrados en el interior.
La crisis económica, las acciones cada vez más frecuentes de la banda terrorista ETA y las complejidades para la organización territorial de España fueron algunos desencadenantes de la dimisión del hasta entonces presidente Adolfo Suárez.
A estos motivos también se añadía el rechazo por parte de algunos sectores del ejércitos al sistema democrático instaurado tras la muerte de Franco.
La ocupación del Congreso suponía la recta final de un plan promovido por el teniente general Milán del Bosch que tan solo 37 minutos después declaraba el estado de excepción en Valencia, desplegando en esa ciudad unos cincuenta carros de combate y a más de 2.000 hombres.
División militar
España se dividía en el ámbito militar en nueve regiones militares y dos capitanías generales, con distintos posicionamientos. La Capitanía General de Canarias, al frente de la que estaba el teniente general Jesús González del Yerro, mostró dudas inicialmente pero al final se mantuvo leal al Rey y la Constitución.
El golpe ya había comenzado y solo quedaba esperar. Fueron 18 horas, intensas, vividas hace 40 años y que este martes se recuerdan.
