El acusado ha admitido su culpabilidad este lunes en el inicio del juicio por matar a su expareja en la Audiencia Provincial
El hombre acusado de acabar en el verano de 2022 en el centro de Santa Cruz de Tenerife con la vida de una mujer que fue su pareja durante veinte años ha admitido su culpabilidad este lunes, en la primera sesión del juicio con jurado, y lo ha atribuido al consumo de drogas.
En la vista que se celebra en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife el procesado sólo respondió a preguntas de su abogado y atribuyó lo ocurrido a un importante consumo de drogas durante aquellas jornadas, después de que la víctima hubiera decidido acabar de forma definitiva con la relación.
Su defensa transmitió al jurado que “pocas veces se verá un delito tan documentado” y dijo que estarían dispuestos a aceptar una pena de 22 años y medio por lo que calificó como “un crimen horrible”.
Esperó a su expareja en el exterior de su trabajo
El 22 de julio de 2022 el hombre esperó a su expareja en el exterior del edificio en el que trabajaba como limpiadora, en una calle cercana a Ramón y Cajal, y le asestó unas doce cuchilladas con un puñal de 14 centímetros, de las que gran parte era mortales de necesidad.
El procesado, que hasta ahora se había declarado inocente por recomendación de la anterior letrada, a la que renunció, pidió perdón a los familiares de la víctima, se confesó arrepentido pero una y otra vez se escudó en el consumo de ‘crack’, al que estaba habituado desde que era casi un adolescente y a sufrir una laguna mental por lo que no recordaba nada de lo ocurrido.
Después de terminar la relación con la víctima asegura que pasó los días encerrado en su casa, consumiendo drogas y viendo la televisión en compañía de sus perros, pero niega que viera una foto con otro hombre que ella misma le hizo llegar por sospechar que había creado un perfil falso en las redes para seguir controlándola.
Dijo que sólo recuerda que aquella tarde se despertó cuando su padre le preguntó: “¿Qué has hecho?” y no sería hasta momentos después de la detención cuando un policía le comentó que había cometido el crimen.
Asegura que ya se ha deshabituado al consumo de drogas pero rehusó el tratamiento que le ofrecieron con metadona y pastillas por lo que, según dice, se desenganchó voluntariamente.
“Si hubiera estado consciente no habría pasado nada porque ella y su familia lucharon mucho por mí y estoy seguro de que les he dado un golpe muy fuerte”, indicó.
La Fiscalía pide 25 años de prisión
La Fiscalía, la representación del Instituto Canario de Igualdad y el abogado de la familia coincidieron en el mismo relato de los hechos y en pedir que se le imponga la pena máxima, 25 años y el pago de 300.000 euros.
Estiman que se le debe aplicar el agravante de alevosía, o haber actuado a traición y sin que la mujer pudiera defenderse, de género, parentesco y de ensañamiento al cometer el delito con especial crueldad mientras que la defensa pide el atenuante de drogadicción.
Después de varias rupturas y reconciliaciones a finales de aquel mes de julio se produjo la separación definitiva, ella lo bloqueó de las redes sociales y se marchó a vivir a casa de sus padres con todas sus pertenencias.
Al sospechar que el acusado intentaba ponerse en contacto con ella a través de un perfil falso, fue cuando decidió enviarle una foto con un hombre, lo que desató el carácter irascible, violento, celoso y controlador del acusado, tal y como lo definió la Fiscalía.
Hasta ahora el procesado nunca había declarado ni en sede judicial ni ante la policía e incluso llegó a mantener su inocencia para pasar a reconocer en este primera sesión su culpabilidad.
La fiscal advirtió a los miembros del jurado que deberán observar fotos de cómo quedó el cadáver y un vídeo de una cámara de seguridad situada en la entrada del edificio en el que se recogió con todo detalle cómo se consumó el asesinato.
Hasta el viernes pasarán por la Sala testigos de lo ocurrido, familiares y policías, además de peritos especializados en psicología, biología, ADN y fuerzas de seguridad, con el fin de desentrañar un episodio que la fiscal y la propia defensa no dudaron en calificar de «gravísimo y horrible».