Así lo dejó escrito el viajero Charles Edwardes en 1888, aunque realmente la Caldera de Bandama no es un cráter sino una gran depresión con un diámetro de más de un kilómetro y una profundidad que se acerca a los 200 metros
“Este es el cráter más perfecto de Canarias, una depresión cóncava de tierra y rocas de una uniformidad como solo la naturaleza sabe crear”. Charles Edwardes (1888).
El derrumbe del cráter volcánico dio lugar a la que conocemos como Caldera de Bandama, una erosión en la superficie de más de un kilómetro de diámetro y casi 200 metros de profundidad. Un espectacular paisaje volcánico que se localiza entre los municipios de Santa Brígida, Las Palmas de Gran Canaria y Telde y que tiene al Pico y la Caldera como hitos imprescindibles. Desde 1994 está considerado como Monumento Natural.
Lo que vemos hoy, sin embargo, dista mucho de lo que se encontraron los europeos cuando llegaron a la isla: un bosque termófilo de intensa vegetación que prácticamente en los siglos posteriores a la conquista. Hoy todavía podemos ver tajinastes y guaydiles como ecos del bosque original.
Un nombre llegado de Flandes
Precisamente de esta época procede el término por el que se conoce la zona. Como ocurre con otros lugares de la isla como el barranco de Azuaje, la caldera de Bandama recibe su nombre del apellido de origen flamenco Van Damme. Daniel Van Damme ocupó las tierras en el siglo XVI y las dedicó al cultivó viña. Curiosamente todavía hoy el cultivo de la uva es especialmente importante en la zona y sus vinos conocidos por su excelente calidad.
En la parte más baja se pueden ver las ruinas de una vivienda con lagar que reflejan el vínculo histórico del espacio con el cultivo de la uva.
Los miradores
El Mirador de los Cuartos es uno de los mejores lugares para disfrutar del esplendor del paisaje volcánico, su belleza y el interés que despierta como testimonio del desarrollo geológico del Archipiélago.
A una altura de casi 400 metros, el Mirador del Cornical nos permite apreciar la caldera con mayor detalle, desde el espectáculo geológico al vegetal. El bosque termófilo, que antaño estuvo a punto de desaparecer, recupera poco a poco su espacio. Más de 170 especies vegetales y una veintena de avifauna como lagartos, el cernícalo o la lechuza es, sin duda, un punto a tener en cuenta para visitar las islas.
Monte Lentiscal, el ‘must’ de los viajeros en el siglo XIX
La singularidad del paisaje convirtió a la caldera y alrededores en uno de los lugares de obligada visita para los viajeros-científicos que recalaron en el archipiélago desde los inicios del siglo XIX.
Sabino Berthelot, el antropólogo René Vernau, el geólogo Leopoldo von Buch, Oliva Stone o Charles Edwardes recogieron en sus diarios la impronta que les dejó la visita a la caldera. No mucho más tarde ya existían dos hoteles de lujo en la zona, además de otras casas de huéspedes más modestas, lo que da idea del interés que despertaba la zona en los inicios del turismo en Canarias.
Los parones motivados por los conflictos bélicos del siglo XX desde 1914 con la Primera Guerra Mundial, frenaron el desarrollo de la actividad turística hasta los años 40 en los que se vuelve a promocionar la isla con el apoyo institucional.